La afectividad es una herramienta importante en el ejercicio de cualquier actividad de aprendizaje, pero en el caso del estudio de una lengua extranjera el elemento afectivo es clave. Ejercitarse en una lengua implica, entre otras cosas, realizar un importante esfuerzo por articular sonidos diferentes o no existentes en la lengua materna. Identificar auditivamente los nuevos fonemas y tomar conciencia de ellos ya es una cuestión sumamente difícil para el aprendiz de una segunda lengua, pero su producción es aún más complicada. Para hacer frente a esta situación embarazosa el estudiante debe contar con un clima de confianza y de seguridad que le permita afrontar el riesgo a equivocarse minimizando el miedo al ridículo. Si hemos logrado tejer una red de autoestima y motivación lo suficientemente fuerte, y hemos creado entre nuestros estudiantes lazos de complicidad y camaradería que respalden y alienten, habremos establecido el entorno más idóneo para la práctica afectiva, el aprendizaje efectivo y, finalmente, la autonomía de nuestros estudiantes.
Ser un docente afectivo es también tener en cuenta las particularidades y personalidades de cada uno de los alumnos, ya que ellos son un elemento de importancia primordial para su propio aprendizaje individual y para la evolución del grupo. Conocer y respetar las variables emocionales y personales de cada estudiante, sus estilos de aprendizaje, así como sus culturas, hábitos y creencias, contribuirá a mejorar la motivación y a impulsar e incrementar el aprendizaje.
Siendo conscientes de que nuestros estudiantes no dejan fuera sus emociones y circunstancias cuando entran en clase, podemos, en vez de disimularlas o ignorarlas, acogerlas e integrarlas en el proceso de aprendizaje para desarrollo y beneficio de todos.
En este taller aprenderemos a detectar todos aquellos elementos presentes en el aula que nos sirvan para convertirnos en profesores facilitadores, seleccionar y elaborar materiales afectivos y comunicarnos de manera eficiente y efectiva.
Extremaremos, por lo tanto, la atención y la escucha para localizar todo lo que suceda durante la sesión, registrarlo, y poder utilizarlo para mejorar el aprendizaje, aumentar el bienestar de las personas y fortalecer el nexo entre las personas.
Tendremos que aprender a vigilar la afectividad de los materiales, contenidos, actividades y dinámicas, que estarán adaptados a nuestros estudiantes, y a sus necesidades. Los ajustaremos a ellos y haremos que adquieran una naturaleza más holística y comunicativa, prescindiendo de aquello que pueda resultar improcedente o inadecuado para alguno de los miembros de nuestro grupo, aunque sea aprovechable en otras situaciones y para otros estudiantes.
La comunicación será nuestro principal aliado. Hemos de aprender a comunicarnos afectivamente, practicando la escucha activa y la empatía. Cuidando extremadamente tanto el lenguaje verbal como el no verbal: gestos, expresión, contacto visual, lenguaje corporal… Y vigilando que nuestros mensajes sean siempre constructivos y alentadores. En ellos el error ha de ser posibilidad de aprendizaje, no catástrofe.