Desde hace más de un año, la obtención de la nacionalidad española se ha convertido para algunas personas en una difícil prueba en cuya superación emplean un gasto considerable y un esfuerzo desmesurado. Desgraciadamente, el final de esta empresa está plagado de fracasos.
Una vez aprobada la nueva ley de nacionalidad, el Ministerio de Justicia encomendó al Instituto Cervantes la elaboración y gestión de las pruebas conducentes a la obtención de la nacionalidad española. Para evaluar los conocimientos culturales y constitucionales, este organismo elaboró un examen en el que el candidato debería responder a 25 preguntas de selección múltiple o de verdadero/falso. Para superarlo tendría que contestar de manera acertada a 15 de las 25 preguntas. Lo cierto es que algunas de las cuestiones “¿Cómo se llama el espacio dedicado a las noticias de actualidad de TVE?”, “¿De quién debe recibir la confianza el presidente del Gobierno, antes de ser nombrado por el Rey?” dejarían sin papeles a muchos ciudadanos españoles que carecen de estos conocimientos o no son televidentes. Con todo, esta no es la prueba que reviste mayor dificultad para los candidatos, ya que suele superarse con el entrenamiento suficiente. El precio de la inscripción a la prueba CCSE es de 85 €, y permite dos intentos.
Los aspirantes a la nacionalidad española cuya lengua no es el español deberán superar además una prueba lingüística: el diploma de español DELE nivel A2 o superior. El precio de la inscripción al DELE A2 es de 124 €, este importe permite un único intento. La suma del coste de las dos pruebas es de 209 € en el caso de que se apruebe a la primera. Para muchos de los candidatos, personas sin trabajo o con trabajos precarios y mal pagados, esta cantidad es desmesurada y hacen frente a ella con enormes dificultades.
Para el examen, el Instituto Cervantes ha aprovechado un modelo ya existente que había sido diseñado para candidatos con un perfil muy distinto: estudiantes universitarios o profesionales habituados a una situación de examen formal. Las instrucciones, dinámica y metodología no desentonaban con aquel escenario, pero están en las antípodas del contexto actual.
El examen DELE A2 se compone de cuatro pruebas (Comprensión de lectura, Expresión e interacción escritas, Comprensión auditiva, Expresión e interacción orales). Las pruebas de Comprensión de lectura y Expresión e interacción escritas se corrigen en el mismo bloque y el candidato tiene que conseguir entre ambas un mínimo de 30 puntos para resultar apto; las pruebas de Comprensión auditiva y Expresión e interacción orales componen el segundo bloque de corrección y el aspirante ha de reunir también al menos 30 puntos. Ambos bloques tienen que contar con esta calificación mínima para que el resultado del examen sea aprobado.
Este sistema de organización y calificación no permite revelar de manera fiable la competencia lingüística que ha de poseer una persona para trabajar y relacionarse (destrezas esencialmente orales), poniendo de manifiesto carencias que deberían ocupar un segundo plano en este contexto específico, y dejando totalmente indefensas a estas personas, con la sensación de enfrentarse a una prueba inabordable.
La mayoría de los solicitantes de la nacionalidad española que se enfrentan al examen DELE A2 llevan tiempo viviendo en España y cumplen sobradamente con los objetivos que establece el Marco común europeo de referencia (MCER) para este nivel. Entienden y utilizan expresiones de uso frecuente y habitual, son capaces de realizar intercambios comunicativos sencillos y directos y satisfacen con éxito cuestiones relacionadas con sus necesidades inmediatas. De hecho, el porcentaje de aspirantes que suspende la prueba oral es mínimo. Por otro lado, las dificultades para comprender un texto escrito o redactar un relato o narración no afectan al desempeño de algunas labores ni deberían impedir la obtención de la nacionalidad.
La duración de la prueba escrita es de unas dos horas y media; el examen oral transcurre en media hora. Una eternidad para personas que, en la mayoría de los casos, no habían tenido que enfrentarse antes a una situación semejante.
Los candidatos reciben un cuadernillo con los enunciados para las pruebas de Comprensión de lectura y Comprensión auditiva, y sendas hojas de respuesta de lectura óptica. El material resulta para ellos ininteligible, complejo; las instrucciones arduas, enrevesadas. Es frecuente que muchos de ellos no sepan cómo enfrentarse a la situación, que abordan finalmente de cualquier manera, con perplejidad y desánimo.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, urge la eliminación del DELE actual o su transformación en una prueba más apropiada, que calibre con justicia la competencia lingüística del examinando ajustada a los objetivos específicos que la motivan. Dicho examen, además, ha de elaborarse de forma adecuada y adaptada a las actuales circunstancias y a las personas que tienen que afrontarlo.
No podemos, basándonos en criterios tan indebidos, excluir indiscriminadamente a ciudadanos que ya formaban parte de nuestra comunidad, personas que la enriquecen y colaboran a su mantenimiento. Ante la urgencia de la integración tenemos que esforzarnos en tender lazos de cooperación y de alianza, estableciendo comunidades más justas e inclusivas. Sembrar el camino de obstáculos e impedimentos es una práctica que aleja, excluye y aparta, ahondando en la brecha de la diferencia.